ODA AL CINE GORE
ODA AL CINE GORE
La mayoría de la gente suele rechazar las películas donde salen vísceras, sangre, cabezas decapitadas y demás. “Es asqueroso” dicen algunos, “no le veo el sentido” opinan otros. Pero lo cierto es que el cine gore es algo más que asesinatos hiperviolentos y sangre por doquier (que también), es una forma de demostrar la fragilidad de nuestro cuerpo, la debilidad del ser humano y el peligro constante al que estamos expuestos.
Vicente Domínguez, en su libro Tabú: la sombra de lo prohibido (Universidad de Oviedo, 2005), hablaba de este género como “un canto a la muerte que termina por no concederle importancia alguna”. Y es que durante años las diferentes religiones nos han mostrado la muerte como el inicio de una nueva vida, generalmente mejor, lejos de los males de este mundo terrenal. El gore, muerto tras muerto, muestra que cuando acaba la vida no hay nada, como mucho putrefacción, pero ni rastro del paraíso prometido. Se dice que el género se bautizó con Blood Feast (H.G. Lewis, 1963) y 2000 maníacos (H.G. Lewis,1964), aunque mucho antes (con las limitaciones de la época y censura) ya se habían realizado obras que en su idea principal encajarían como gore movies o sino como sería en la actualidad un remake por ejemplo de El malvado Zaroff (Ernest B. Schoedsack e Irving Pichel, 1932), donde un loco millonario que vive en una isla solitaria se dedica a cazar a los náufragos como si fueran animales y que fue clara inspiración de otro film de culto japonés como es Battle Royale (Kinji Fukasaku, 2000).
Lo más parecido a una vida después de la muerte son los zombis. No se puede entender el género gore sin esos seres irracionales que solo piensan en comer carne humana, que no se detienen ante nada y que devoran un brazo o una pierna “a pelo”, sin cocinar, sin limpiar y arrastrando a cada bocado todos los cartílagos, venas, etc, que encuentren a su paso, convirtiéndose en un subgénero en sí mismo, de pleno derecho. Son muchísimas las películas de zombis, aunque quizá una de las más representativas sea La noche de los muertos vivientes (George A. Romero, 1968) o su secuela El amanecer de los muertos vivientes (1974), ambas consideradas por varios expertos como las mejores películas de su género, por ejemplo la revista británica Sight & Sound catalogó a La noche de los muertos vivientes, como una de las diez mejores películas de 1968.
Otro subgénero del cine gore sería lo que podríamos llamar “comedia gore” (también llamada Splastick). En este caso habitualmente también aparecen zombis que solo piensan en comer humanos, pero lejos de resultar repulsivo o asqueroso es divertido. El mejor ejemplo de esta comedia sería Braindead (Peter Jackson, 1992), traducida al español con el curioso título de Tu madre se ha comido a mi perro, donde un hijo mimado en exceso por su madre se verá obligado a cuidarla cuando sea convertida en zombi por un extraño mono-rata. También podríamos incluir la segunda entrega de la famosa saga de Sam Raimi, Evil dead 2 (Terroríficamente Muertos) (1987), que daba un vuelco humorístico respecto a su predecesora. Otros films destacables de este subgénero serían Bad Taste (Mal Gusto) (Peter Jackson, 1987), Frankenhooker (ViciosDiabólicos) (Frank Henenlotter, 1990), Re-Animator (Stuart Gordon, 1985) y muchos de los clásicos de culto creados por Troma, productora y distribuidora de Serie Z, con títulos míticos como El Vengador Tóxico (Michael Herz y Lloyd Kaufman, 1985).
La primera Evil dead (Posesión Infernal) (1981) se caracterizaba por sus escasos recursos técnicos, algo que quedó reflejado en su resultado, pese a sus innumerables hallazgos visuales como la famosa cámara subjetiva amenazadora (utilizada por no tener presupuesto para crear al "monstruo diabólico") y que ha sido copiada en múltiples ocasiones posteriores. La gran mayoría de títulos gore se han quedado fuera de Hollywood, viendo restringida su proyección a autocines o videoclubs, lo que ha provocado también a que este género no haya gozado de la fama que debiera, ayudado en parte por las fuertes censuras de diversos países, como la Motion Picture Association of America (MPAA) creada en 1974 en Estados Unidos y que se encarga de la calificación por edades que solemos ver en muchas películas:
- G. Para todos los públicos
- PG. Es recomendable la compañía de un adulto.
- PG-13. Las películas pueden contener material inapropiado para los menores de 13 años.
- R. Los menores de 17 deben ir acompañados de un adulto.
- NC-17. Para mayores de 17 años. La gran mayoría de películas gore se encuentran dentro de esta categoría: Saw, Hostel, Evil Dead,… siendo muy raro y difícil que consigan una calificación menor.
Es cierto que, por su contenido, determinadas películas no son apropiadas para niños, pero el hecho de clasificarlas como “mayores de 17” hace que los cines pequeños prefieran proyectar películas “para todos los públicos”, lo que se traduce en una mayor recaudación y también en una mayor dificultad para los amantes del género, de ver estas películas en la gran pantalla.
En España tenemos una clasificación muy similar:
- Apta para todos los públicos.
- No recomendada para menores de 7 años.
- No recomendada para menores de 12 años.
- No recomendada para menores de 16 años.
- No recomendada para menores de 18 años.
- Prohibida para menores de 18 años. Generalmente las películas pornográficas, aunque algunas películas como Saw VI (Kevin Greutert, 2009) fue incluida en esta categoría.
Existen otras categorías como “especialmente recomendada para la infancia” que se aplica a las dos primeras y “especialmente recomendada para el fomento de la igualdad de género” que se puede aplicar a todas excepto a la última.
Este rechazo de las grandes compañías al cine gore, ha hecho que muchos de sus directores lo hayan abandonado en favor de otros géneros más rentables. Así, Peter Jackson dejó de lado a sus zombis por los hobbits, que fueron quienes le dieron el reconocimiento internacional; Raimi por su parte cambió la trilogía de Evil dead por la de Spiderman... ¿Se hicieron mayores o es pura cuestión de dólares?
Sin embargo, parece ser que Hollywood se está abriendo poco a poco a este tipo de cine. Este año, por ejemplo, hemos visto en la cartelera el estreno de Posesión infernal (Fede Álvarez, 2013), un remake del Evil dead de Raimi aunque con mucha más sangre y vísceras que la original. Pero si hay un fenómeno que se deba resaltar ese es el caso de Saw. Hace dos años se estrenó la séptima entrega de esta saga, Saw VII (Kevin Greutert, 2010), con una recaudación de 130 millones de dólares, superando por mucho los 20 que costó producirla.
La fórmula de estas películas es, por tanto, similar a las pioneras de este género, sin embargo unas triunfan en taquilla donde otras pasaron desapercibidas para el gran público, aunque figuren en un lugar priviligiado de las estanterías de los fans del gore. ¿Cuál es la explicación? ¿Por qué unas sí y otras no? Puede que la solución esté en el marketing. Braindead o Evil dead fueron películas rodadas con un bajísimo presupuesto, el justo para pagar el material y al equipo técnico (en ocasiones, ni eso), así que apenas les quedaba para publicidad; sin embargo las películas donde aparecían Jason, Freddy y otras malas compañías contaban con el apoyo financiero de grandes productoras, baste con ver el presupuesto: 375.000 dólares para Raimi y 1.800.000 para Craven, por poner un ejemplo.
Parece que aquellas producciones con poder (económico) fueron suficientes para incitarnos a verlos, mientras que otras sin el potencial necesario son vistas como “desagradables” u otros adjetivos similares, y nos resistimos a verlas.
Sin embargo, queramos o no admitirlo, el gore forma parte del ser humano. La mayoría de la gente se siente excitada (en el amplío sentido de la palabra) por el morbo y la sangre, al igual que en la vida cotidiana alguien puede sentirse intrigado cuando escucha o ve un accidente de coche, cuando mira en televisión imágenes en los noticiarios sobre crímenes o accidentes…
Tal vez, el problema sea un aspecto cultural de la sociedad actual, las normas y actitudes impuestas socialmente como "adecuadas" hacen que nos reprimamos ante escenas viscerales y las rehuyamos para evitar enfrentarnos a esa parte oscura de nuestro ser. La carnicería está, por tanto, dentro del ADN humano. Muchos de los iconos populares estadounidenses, y por tanto mundiales, provienen del cine gore light o comercial: Freddy Krueger, de la saga Pesadilla en Elm Street, Jason Voorhes, de Viernes 13, Puzzle de Saw o dentro del cine nacional, la niña Medeiros de la trilogía [REC].
El gore está también presente en películas que no se catalogan como tal, por ejemplo Reservoir Dogs (Quentin Tarantino, 1992) donde al ritmo de Stuck in the middle with you, el señor Rubio le amputa la oreja al policía que han tomado como rehén. Todos conocen el fetichismo de Tarantino hacia la sangre, pero no es el único que incorpora elementos gore en sus películas, hay una lista interminable, por ejemplo Halloween (John Carpenter, 1978) una de las precursoras del subgénero slasher (un psicópata asesina brutalmente a jóvenes indefensos), donde también podrían encuadrarse Viernes 13 (Sean S. Cunningham, 1980), Maniac (William Lustig, 1980) o incluso La Matanza de Texas (Tobe Hooper, 1974).
Otros conocidos subgéneros del gore (hay catalogados hasta 46!!!!), serían el Giallo, films que mezclan gore, thriller y hechos sobrenaturales, acuñado en Italia por autores como Mario Bava (Seis Mujeres para el Asesino, 1964) o Dario Argento (Rojo Oscuro, 1975); el Torture Porn, un derivación reciente del slasher donde se incide en mayor medida en el erotismo, el sadismo y la tortura, donde podrían encuadrarse Hostel (Eli Roth, 2005), Saw (James Wan, 2004), Turistas (John Stockwell, 2006), Wolf Creek (Greg McLean, 2005) o Los Renegados del Diablo (Rob Zombie, 2005); o el Mondo, subgénero también afincado principalmente en Italia, que mezcla el gore con el género documental para centrarse en mostrar imágenes escabrosas en detalle como Este perro mundo (Paolo Cavara, Gualtiero Jacopetti y Franco Prosperi, 1962), que luego se volvieron falsos documentales (que se presentaban como reales found footage) como la mítica Holocausto Caníbal (Ruggero Deodato, 1979) o Snuff (Michael y Roberta Findlay, 1976), cuyo título remitía al mito de las snuff movies (supuestas grabaciones de asesinatos, violaciones, torturas y otros crímenes reales que eran codiciadas en el mercado negro cuando no existía internet y la tecnología actual de grabación).
También existen corrientes por nacionalidades como
el ultra gore alemán, encabezado por Violent Shit (Andreas Schnaas, 1989) o Premutos, el ángel caído (Olaf Ittenbach, 1997), que también derivó de la mano del cineasta Jörg Buttgereit a un tono enfermizo donde la necrofilia cogía protagonismo con films como Nekromantic (1987) o Schramm (1993), aunque el cine de este director teutón se podría considerar como un subgénero en sí mismo; o el ultra gore oriental, donde el bizarrismo, el erotismo, el fetichismo y un peculiar humor morboso se dan la mano, donde se podrían encasillar a films como Tetsuo (Shinya Tsukamoto, 1988), Historia de Ricky (Ngai Kai Lam, 1991), Guinea Pig: Devil's Experiment (Satoru Ogura, 1985), Tokyo Gore Police (Yoshihiro Nishimura, 2008), Ichi, the killer (Takashi Miike, 2001) o Dead Sushi (Noboru Iguchi, 2012). No acabaríamos nunca con la infinidad de corrientes que provienen del gore, actualmente el cine francés también está ofreciendo productos del género que lo combinan con existencialismo metafísico, como Martyrs (Pascal Laugier, 2008) o À l'intérieur (Alexandre Bustillo y
Julien Maury, 2007).
Incluso el gore ha rebasado los límites del cine llegando a otros géneros como el manga, existiendo también un subgénero: Elfen lied, MPD Psycho, Hellsing, Deadman Wonderland, … las series de animación son otros de los campos a los que ha llegado el gore como Happy Tree Friends o Suicidal Squirrels, donde la sangre y la violencia son los verdaderos protagonistas o también las tiras cómicas con Bunny suicides (Conejos suicidas) quizá algo más light que las anteriores, pero con elementos igualmente sangrientos y repulsivos.
Resumiendo, a los seres humanos nos produce curiosidad la sangre, la violencia, la tortura (hablamos en la ficción), y la mejor manera de acceder a todo esto sin infringir la ley es el gore. Así que dejemos de repudiar este género y aprendamos a amarlo en su justa medida, pues ver una película (una serie, o leer un manga) gore deja una sensación que no logran otras; quizás por el morbo de ver sufrir a otros sabiendo que nosotros estamos a salvo, quizás por puro masoquismo, quizás para saciar esa parte oscura que nos invita a disfrutar con hechos prohibidos, sucios o mal vistos por los demás o porque la violencia es inherente al género humano. Porque tal y como aseveró el escritor especialista en terror, Stephen King, "seguro que una película gore te hace sentir incómodo, pero el buen arte debe hacerte sentir incómodo", y es que el cine sino provoca reacción en el público carece de sentido.
UC - Miguel Ángel Navas
(con la colaboración de Daniel Farriol).